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jueves, 12 de junio de 2014

La humanidad defectuosa

Desde hace muchos años soy consciente de la inutilidad de intentar ponerme de acuerdo con el mundo, sin embargo y durante todo ese tiempo no he dejado de intentarlo, quizá porque en el fondo lo que subyace es la humanidad, el deseo de formar parte de un grupo de seres vivos, pero no sólo por el hecho de serlo, sino de llegar más allá, donde supuestamente hemos llegado por ser seres racionales.

No concibo, no entiendo el porqué las personas no logramos entendernos ni respetarnos; ya desde la infancia diría que nos inculcan pensamientos y modos de comportarnos que no son acordes a la época en la que vivimos. 
En unos casos los padres enseñan a sus hijos a ser de un equipo deportivo o de otro pero con vehemencia, como si eso fuese importante y de verdad sirviera para algo que no fuera para desunir, distraer y confundir lo que verdaderamente es importante. 
En otros los padres enseñan a sus hijos y les educan en un tipo de religión de la que ellos presumen es la verdadera, sin que puedan demostrar tal cosa y lo peor sumiendo a sus vástagos en una educación dependiente de unos pensamientos y comportamientos no reflexionados por sus padres, sino heredados de éstos y sin haber reprochado en ningún momento su utilidad, que es del todo evidente no tiene.
Y así ocurre con muchísimos otros aspectos de la vida que desde pequeños nos enseñan más a desunir que a comprender a los demás, y siendo como es que la mayoría de seres humanos nacen ya con taras de inteligencia, de capacidad de pensar por si mismos, pues no veo solución alguna.
Yo llamo tara a todo lo que no suponga un punto de reflexión de lo que es la vida, de para qué sirve, del porqué estamos aquí y de si conviene traer con tanta alegría y esfuerzo a otros, es decir, a nuestros hijos. Para mí resulta evidente que la mayoría de seres humanos son manipulables, desde diferentes puntos de vista, que lo que denominamos amor propio o dignidad queda en un segundo plano cuando se trata de medrar en la vida, que la mayoría venden su alma al diablo y después rezan para que su Dios comprenda sus flaquezas, pero sin arrepentimiento, sin tener que cambiar de modo de vida, sin resarcir lo malo y el mal que han hecho a las vidas de los demás.
Ahora nos cuentan la milonga de que hay una animadversión contra los políticos y que en la mayoría de los casos éstos son buenas personas que luchan por los demás, por el beneficio de sus conciudadanos y yo no digo que no existan este tipo de personas, pero que en absoluto son la mayoría, ni siquiera se les aproxima, si entendemos que por mayoría es 50 más 1; yo no tengo datos, sólo tengo ojos, oídos y capacidad de reflexión y digo que ni siquiera hay 5 de cada 100 y si quisiésemos someter además esto a que de verdad en su mente hubiese ese único pensamiento, el de hacer el bien, pues quizá serían menos.
Pero el problema no es que esto ocurra entre los políticos, es que ocurre entre los sacerdotes, entre los creyentes, entre los trabajadores, entre los empresarios, en fin, el mal está repartido a partes iguales por todos lados.
La gente ahora está por pensar que son de izquierdas o de derechas, por ser monárquicos o republicanos, por ser creyentes o ateos, en fin, por decantarse por uno u otro lado de una balanza que en nuestra realidad no existe, pero son pocos, aunque haberlos haylos, los que tienen una concepción de la vida diferente, gentes que se entregan pero no protestan con vehemencia, gentes que dan y no piden para ellos, gentes que sufren por los demás aún cuando ellos tienen salud, ellos son los que de verdad empatizan con los demás, los humanos, los que no entienden ya casi nada y sin embargo siguen ahí, luchando porque ni una sola persona sufra, mientras ellos mueren cada día por dentro, se entregan a su Dios o a ningún Dios y aún con esa diferencia están más cerca entre ellos que entre los que son diferentes.
Así que no hay ni izquierda ni derecha, ni creyentes o ateos, ni monárquicos o republicanos que sean mejores unos que los otros, lo que hay es avaricia o entrega, y a mí lo que me emociona y valoro es esto último, la entrega de la persona venga de donde venga y lleve el color que lleve.
Me he cruzado a lo largo de mi vida con todo tipo de gente, buena y mala y jamás he visto mayoría de personas buenas en ningún planteamiento de vida social, sea éste de iquierda o derecha, creyente o ateo o cualquier otro, he encontrado buena gente en todos sitios y muchos imbéciles también en todos sitios.
Lo que no soporto ya es la imbecilidad humana, pero... tendré que seguir soportándola, porque en el fondo, aunque no me sienta igual , yo también soy humano, con mis defectos.